(Artículo del Programa de Fiestas Agosto 2009).
“Dios te Salve, Reina y Madre”. Esta es la invocación que a través de los siglos, el Pueblo de Dios ha dirigido a la virgen María.
Esta es la oración que sus hijos suplicantes han elevado constantemente ante su altar. Este es el saludo exultante con que los hijos de Jamilena aclaman a su Madre y Patrona.
Reina y Madre es la síntesis más rica y armoniosa de la Virgen de la Natividad.
El Nacimiento de María el 8 de Septiembre y su gloriosa Asunción el 15 de agosto nos revelan la grandeza y la misión de esta mujer singular elegida por Dios antes de la creación del mundo.
I La Virgen de la Natividad
El día 8 de Septiembre proclamamos a María como nuestra Reina “Como una esposa ricamente enjoyada y vestida con traje de triunfo y de victoria”. “Bella como la luna, luminosa como el sol” …
Reina en el sentido propio por ser Madre de Jesucristo Rey de reyes y Señor de señores.
Reina en el cielo.
Reina sobre la creación.
Reina sobre la iglesia.
Reina sobre las almas que se purifican.
Reina sobre los abismos: destruye la fuerza del mal del pecado y de la muerte.
Esperanza nuestra que nos dirige, nos une, nos defiende y nos salva.
II La Virgen de la Natividad es Nuestra Madre
Aunque Reina y Madre son inseparables entre si, el día 15 de agosto contemplamos a la Virgen de la Natividad como madre de esta gran familia como son los hijos de Jamilena.
Toda la grandeza de María radica en que es Madre de Dios: predestinada, elegida, preservada, privilegiada, glorificada … Madre de la iglesia. “Junto a la Cruz de Jesús estaba María. Ahí tienes a tus hijos”. Madre nuestra porque nos ha dado la vida sobre natural por medio de su Hijo. Madre de misericordia y omnipotencia suplicante.
¡Dios te salve Virgen de la Natividad Madre nuestra!
III Demostrar que somos verdaderamente sus hijos
El amor y la devoción a la virgen de la Natividad no puede reducirse a la grata y familiar convivencia de estos días. Nuestro amor ha de ser verdaderamente filial, fiel a la voluntad de Dios. “Obras son amor”.
Dirijamos nuestra mirada a la Virgen.
¡Dios te salve, Natividad gloriosa, Reina y Madre! Única Reina por su belleza, por tu corazón misericordioso, por tu entrega a todos tus hijos, por tu cercanía a cuantos sufren, por cuantos gozan de tu presencia en el Cielo.
¡Dios te salve puerta del Cielo siempre abierta! ¡Tú que para asombro de la naturaleza le diste el ser a tu creador!
¡Viva la Virgen de la Natividad!
Juan Barranco Pérez
Agosto de 2009